Paz sobre la Tierra. Con esas palabras suele cerrar Marino Protti sus comunicaciones escritas. Para mí, esa frase encierra una filosofía de vida que mira a la ciencia como un proceso de exploración y construcción de conocimiento que busca que el bienestar sea para todos. Entender cómo funciona el planeta, nos permite también comprender nuestra misión en él y, con ello, establecer una relación de respeto con lo que brinda soporte a nuestra vida.
Esa filosofía suelo percibirla cuando converso con Marino Protti o leo su trabajo. En la mirada del científico costarricense, la ciencia se concibe como un instrumento para la paz. Y esa fue la idea que me vino a la mente cuando, en el muelle de Puntarenas a propósito de la visita del barco científico JOIDES Resolution en diciembre de 2012, me comentó que viajaría a Antártida.
Susan Schwartz, líder del proyecto WISSARD en el área de sismología por parte de la Universidad de California en Santa Cruz, pensó en Marino Protti por su conocimiento en zonas de subducción, derivado este de sus investigaciones en península de Nicoya. Así fue como se dio la invitación para que Protti formara parte de la expedición del Whillans Ice Stream Subglacial Access Research Drilling (WISSARD) que estudiaría el lago subglacial Whillans.
El contacto del glacial con la roca resulta ser una analogía de una zona de subducción como la que tenemos en el país cuando la placa tectónica Coco se introduce debajo de la Caribe y, como consecuencia de ese deslizamiento, se generan los sismos.
“La única diferencia es que el glaciar de Whillans se mueve más rápido”, me dijo el sismólogo en aquella ocasión que me explicaba lo que iría a hacer a Antártida e inmediatamente agregó: “En Nicoya, uno tiene que esperar de 50 años a 60 años para registrar un ciclo sísmico mientras que en el glacial de Whillans en la Antártida se registran dos por día”. De hecho, la instrumentación para estudiar el movimiento del glacial era muy similar a la colocada por Protti y su colega Víctor González, del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica, de la Universidad Nacional (OVSICORI-UNA), para monitorear los sismos en la península de Nicoya.
Durante un mes, Protti recurrió a las redes sociales para mantener a su familia y amigos enterados de la expedición y así informarles que estaba bien. No obstante, cada uno de sus escritos y fotografías eran tan ricos en información que pronto aquello se convirtió en una bitácora de viaje.
Las redes sociales del sismólogo empezaron a sumar seguidores. Personas de todos los rincones del país y de otros países, seguían con atención el viaje del científico, su proceso de preparación y la vida en la estación McMurdo. Esta era la primera vez que los costarricenses y personas de otros países, gracias a la tecnología y las habilidades comunicativas de Protti, podíamos seguir una expedición científica de este tipo.
Para quienes crecimos leyendo sobre la edad heroica de la exploración de la Antártida, con la carrera por la llegada al Polo Sur entre Roald Amundsen y Robert Falcon Scott, Protti nos ofrecía un relato cercano que avivaba esos instintos exploradores de la niñez. Quizá eso fue lo que me impulsó a proponer un especial que seguía los pasos del sismólogo en el periódico en que trabajaba en ese momento. Eso dio más visibilidad a la expedición desde la mirada de un tico y las preguntas por parte de los lectores del diario no se hicieron esperar. ¿Llevó café? Esa es quizá la pregunta realizada a Protti que más revelaba nuestra idiosincrasia como costarricenses.
Otras inquietudes evidenciaban la curiosidad científica que tenemos todas las personas “¿Las aguas en donde instalará el equipo pueden brindar datos de la época en que se congelaron?”. Y Protti gentilmente respondió: “Sí, esta es la intención del proyecto porque parte de esa agua nunca se congeló. Fueron lagos que se cubrieron con una capa espesa de hielo; otra parte de esa agua fue derretida, por gradiente térmico y presión, de la masa de hielo supra-yaciente”.
Esta obra, precisamente, pone al alcance del público esa bitácora digital. Se estructura en cinco capítulos, los dos primeros están dedicados a brindar un contexto necesario para entender la expedición y el lugar, mientras que los siguientes tres capítulos detallan la expedición en sí, para finalizar con el regreso a casa.
Ya en el país, el científico nos visitó en el diario y compartió con los lectores en una actividad virtual donde respondió cada una de las preguntas. También socializó lo que aprendió y discutió cómo lo visto en el continente de hielo podría servir a la investigación en Costa Rica. En síntesis, Marino Protti se había marchado a Antártida sin dejar de pensar en Nicoya y regresó con Osa en la cabeza.
La participación del científico también le abrió las puertas a otro sismólogo tico, Esteban Chaves, quien se sumó al equipo WISSARD un año más tarde. En el 2016, Protti regresó a la Antártida. Esta vez su objetivo fue recopilar los datos almacenados en las estaciones y desmantelarlas. Con ello, la etapa de campo del proyecto llegó a su fin.
Sin embargo, Antártida se le quedó entre pecho y espalda. Como parte de sus estudios en Relaciones Internacionales y Diplomacia, Protti propuso que Costa Rica se sumara al Tratado Antártico. “Antártida es un continente para la paz, la conservación y la investigación”, argumentó el científico en su propuesta de adhesión y, precisamente, esos son tres aspectos con los que suele reconocerse a Costa Rica.
El 22 de abril de 2022, la Asamblea Legislativa aprobó la adhesión de Costa Rica al Tratado Antártico y el 6 de mayo del mismo año, a tan solo dos días de finalizar su mandato, Carlos Alvarado Quesada –entonces Presidente de la República– rubricó la ley.
Paz sobre la Tierra. Ahora sí, la frase adquiría una nueva dimensión en su significado. El pequeño país que abolió el ejército y redirigió esos fondos a la educación, la salud y la conservación, ahora sumaba su idiosincrasia al continente de hielo desde la ciencia y la investigación.
Michelle Soto Méndez
Periodista